Naturalmente, me quedé aturdida. Creí que no había entendido bien sus palabras, aunque él ya había empezado a sonreír por lo bajo, y repetí en forma de pregunta lo que me había dicho, esperando que me corrigiese. Pero no hizo más que afirmar con la cabeza y, viendo mi confusión, me explicó: “Hay niños tan nerviosos que caen en una semi-histeria. No se trata de mala educación, ni es culpa del niño o los padres, es un rasgo de carácter, un estímulo ansioso. Para cortar eso, un poco de agua no le hace daño, pero ataja la crisis nerviosa, al pillarle de sorpresa”.