UN PATITO FEO
Cuando era pequeña padecí raquitismo. Era una niña espantosamente delgada. Mi cabeza se veía enorme, y tuve que usar gafas de cristales gruesos desde antes de cumplir los dos años. Pero al llegar a los siete empecé a ganar peso y entonces me convertí en una niña regordeta. También era zurda, lo cual me hacía sentirme siempre un poco incómoda y diferente de los otros niños. En definitiva, debido a mis problemas de visión y mi falta de equilibrio y coordinación, era bastante torpe. Las clases de gimnasia se convirtieron en una tortura y en mis años de adolescencia me daba demasiada vergüenza ponerme a bailar en público.
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