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Pasábamos el verano en una urbanización en las afueras de la ciudad y mi hijo Óscar tendrían unos cuatro años. Los niños lo estaban pasando estupendamente. Habían hecho muchos amigos de su edad y pasaban el día andando en bicicleta, nadando y jugando al fútbol… aquel era nuestro primer año en ese lugar.
Un día, daba una vuelta cuando vi a Óscar con algunos amiguitos. Me acerqué al grupo y le dije algo a mi hijo en inglés, el idioma en el que me había comunicado con todos mis hijos desde el día en que nacieron. Los demás niños me clavaron los ojos. Se asombraron todavía más cuando escucharon a mi hijo contestar en lo que, en aquel momento, era una lengua extraña. Y, por primera vez en su vida, Óscar se dió cuenta de que hablar dos lenguas no era lo normal, y que el resto de las familias solo hablaban una. Hasta aquel preciso instante, el niño no se había dado cuenta de que las familias bilingües no eran la norma.
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Después de aquello, Óscar dejó de hablarme en inglés. No quería ser diferente, quería ser igual que sus amigos. Quería pertenecer a su grupo y no tenía intención alguna de parecer el freaky idiomático de la comunidad.
No le hice caso y seguí hablando en inglés con él y con sus hermanas, simplemente ignoré su español. No le expliqué nada. Entendía que el niño quisiera ser “normal”, como cualquier otro, como sus compinches. Después de algunas semanas, Óscar volvió a hablarme en inglés y nuestra vida bilingüe siguió su rumbo hasta ahora.
Claro que esto sucedió hace mucho tiempo. Las cosas, ahora, son diferentes tanto en España como en Estados Unidos, los dos países que mejor conozco. Permíteme ofrecerte algunos consejos al respecto, devenidos de mi experiencia, que no es poca:
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Asegúrate de que tu hijo entiende que hablar dos lenguas, o tres, no solo es normal, sino que es mejor. Pon en la radio o en la TV programas en ambos idiomas para mostrarle que esto es así en el mundo y no solo en casa.
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No permitas que la sociedad o sus amigos lo critiquen por hablar varios idiomas. Los bilingües no son diferentes, son mejores. Manténte firme a este respecto.
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Los padres deben mostrar orgullo por su cultura de origen y por la que han adquirido posteriormente. La cultura hispana no tiene nada que envidiar a la anglosajona, ni a ninguna otra, y viceversa, por supuesto.
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Una vez que el niño se da cuenta de que sus padres están orgullosos de la lengua española, por ejemplo, y que la usan dentro y fuera de casa, se sentirá orgulloso y entenderá la ventaja de ser bilingüe.
- La plasticidad del cerebro infantil es asombrosa y puede adaptarse y aprender cualquier cosa… pero el orgullo y la dignidad que sus padres le muestren, le ayudará a perder el miedo de hablar otra lengua en cualquier lugar y situación… por eso, ¡merece la pena!