AGUA PARA LOS NERVIOS
Por más que insistí en la conveniencia o no de ese drástico método, el doctor parecía muy convencido en que era una solución y nada agresiva. Bueno, mejor que andar a gritos o castigos y, desde luego, ni se me pasaba por la cabeza el maltrato a mi hijo. De modo que, en la siguiente ocasión en que llegaron las rabietas, me armé de valor, tomé un vaso de agua y me puse frente al niño, que pataleaba fuera de sí.