Los nombres se heredaban de los familiares y los primogénitos se bautizaban con el nombre del padre o la madre. Siguiendo con la tradición de la época, los hermanos menores recibían el nombre del santo del día, aunque no fuera precisamente bonito (¿qué tal Agilberto o Etelburga?). Muchos de estos nombres han caído en desuso, pero otros han sobrevivido 2000 años y siguen siendo populares hoy en día; lo cual no deja de ser una proeza en un mundo tan acelerado como el nuestro, en el que las tendencias duran tan poco y las novedades pierden pronto esta cualidad.