La mayoría de los padres cruzan el temor de ver iniciar a sus niños la escuela. De cierto modo esta experiencia tan natural marca el inicio de algo nuevo, y principalmente si los niños se han quedado en casa durante sus primeros años, es normal que se viva todavía con mayor intensidad este desprendimiento.
Este sentimiento es aún mayor en quienes tienen hijos con discapacidad y viven la realidad y el reto de enviarlos a la escuela a una edad todavía más joven. En los Estados Unidos los niños con necesidades especiales comienzan el pre-escolar el mismo día que cumplen sus 3 años; y lo paradójico de la experiencia es que mientras muchos padres de hijos típicos estarían felices de contar con este servicio gratuito, la mayoría de los padres de hijos con discapacidad enfrentan temores y preocupaciones naturales en este momento.
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No puedo creer que mi hijo Emir esté a punto de empezar 2do grado. Todavía me acuerdo su primer día de escuela hace más de 6 años atrás. Era muy pequeño y ante mis ojos totalmente indefenso e inmaduro para comenzar este gran reto. No sabía comer solo y en su vocabulario sólo había una palabra clara: mamá.
Esta mágica palabra le funcionaba para todo. Como su mamá yo nunca tuve problemas entendiendo sus diferentes usos. Sabía exactamente cuando “mamá” significaba hambre, sueño, sed, pañal sucio u hora del juego. Sin embargo, mi problema comenzó el día que supe que empezaría la escuela. No me lo imaginaba subiendo a ese autobús gigantezco, tampoco lo creía capaz de soportar una mañana entera lejos de mí, aunque eventualmente comprendí que era yo la que no me imaginaba sin él, y él se adaptaría mucho más rápido de lo que yo pensaba.
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