Todos las padecemos. Esas voces en nuestras cabezas que nos urgen a categorizar, juzgar y etiquetar absolutamente todo: esto es bueno, esto es horrible, esto me hace feliz, esto me relaja, esto me vuelve loco, esto me agota, esto me hace querer darme cabezazos contra la pared… ya sí una y otra vez. Tener estas vocecitas es inherente al ser humano. Si supiéramos cómo controlar nuestro ego y nuestro diálogo interno, esto no sería tan malo, pero, desafortunadamente, tenemos dificultades demasiado a menudo para diferenciar entre nuestra realidad y lo que pensamos que es nuestra realidad porque dejamos que esas vocecitas tomen el mando.
