EILEEN CARTER-CAMPOS, NEW YORK
Recuerdo que, cuando era niña, nuestra casa estaba repleta de comidas muy diferentes porque mi padre era norteamericano (de ascendencia escocesa, irlandesa y alemana) y mi madre nació y se crió en Puerto Rico. Recuerdo que mis amigos hispanos hablaban de cuánto odiaban comer arroz con habichuelas todos los días, y cómo yo debía estar tan agradecida de que el menú en mi casa fuera variado. Me encantaba percibir el aroma de las verduras cocinadas al vapor y no solo de plátanos fritos, junto con el del pavo asado o la carne guisada. Sabía que, al llegar a casa, habría algo delicioso y diferente para cenar.