Como afro-americano, he pasado una buena parte de mi vida defendiendo el mes de la Historia negra. Mucha gente cree que celebrar algo acerca de una etnia específica es anticuado e innecesario. Yo estoy en desacuerdo con este punto de vista porque la gente no está naturalmente predispuesta a celebrar otras culturas. Así que un mes en el que centramos nuestra atención en una cultura en particular no me parece un exceso.
Hace unas semanas le pregunté a una compañera de trabajo qué tenía planeado para celebrar el mes de la Herencia Hispánica. Me miró desorientada.
“¿Cuándo es el mes de la Herencia Hispana?”, me preguntó.
“Empieza el 15 de septiembre y termina el 15 de octubre”, dije.
“¿De verdad’”, contestó, “ni siquiera sabía que existiera”.
Su respuesta valida mi afirmación anterior. Muchas de las personas a las que les hablé del mes de la Herencia Hispana tuvieron respuestas que iban desde un cierto interés hasta la hostilidad manifiesta (varios me contestaron: “¿Por qué tienen ellos su propio mes?”).
Estas reacciones me afectaron. Nací en Texas y la cultura hispana ha sido siempre parte de mi vida. Las comidas como las tortillas, pan de muerto, o menudo eran tan comunes como la BBQ. Escuchar hablar en español a mi alrededor o ver los carteles en español en la calle son cosas de todos los días. Y Quinceañeras, las bandas de Mariachi, y Luchadores eran las cosas en que me entretenía los fines de semana.
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Esta inmersión en la cultura hispana no sólo me ayudó a mejorar mi español, sino que me enseñó a celebrar las diferencias y apreciar a otras personas. Mi experiencia con las culturas hispanas se enriqueció en la Escuela Media, donde tuve profesores de español de Honduras y España.
Mi primera maestra, la Sra. Rodríguez, era una fanática de Julio Iglesias y ponía su música ni bien entrábamos en el aula. Después, durante el año, nos enseñó otros tipos de música y danzas españolas. Mi parte favorita de la clase era cuando cocinaba recetas españolas. Ella es la razón de mi amor por el arroz con pollo, la paella, y las empanadas.
El Sr. Pineda era también un apasionado de su país de origen. Nos mostraba fotografías maravillosas de los paisajes de Honduras y los coloridos atuendos de sus habitantes. Fue él la persona que me hizo conocer los plátanos.
Sus lecciones me hacen tener ganas de celebrar el mes de la Herencia Hispana con mi familia, de la misma manera que celebro el mes de la Historia Negra. Quiero que mis hijos tengan la mente abierta y entiendan que hay varias culturas diferentes que han aportado a que Norteamérica sea lo que es. Quiero que ellos prueben diferentes comidas, escuchen melodías distintas, viajen a conocer otros países, aprendan diferentes lenguas y se hagan amigos de gente de todas las etnias.
Celebrando otras culturas empezaremos a entender cuánto nos parecemos. Quitamos las barreras empezamos a conectarnos de verdad unos con otros. Y son, precisamente, estas conexiones, las que nos hacen realmente humanos.