Di a luz a dos niños, y tengo dos historias muy diferentes que contar al respecto del amamantamiento. Mis dos hijos tienen síndrome de Down, pero este diagnóstico no los hace parecidos. De hecho, desde el día en que nacieron, me han demostrado lo diferentes que son a pesar de su condición genética y de que son hermanos.
Una de las preocupaciones más comunes en los padres de niños diagnosticados con necesidades especiales es la de la posibilidad de amamantar correctamente. Todos conocemos los beneficios del amamantamiento y su importancia. Para aquellos padres que se enfrentan al desafío de aprender acerca de la condición de su hijo, el amamantamiento no debiera ser una obligación emocional, al contrario, tiene que ser una invitación a abrazar la maternidad desde su costado más íntimo y natural. En el caso de los niños con discapacidades, el amamantamiento puede ser el primer desafío del cual aprenderemos lecciones valiosas que nos enseñarán a comenzar el camino de lo que significa ser padres y nos llenarán de fe y fortaleza.
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Lo que he aprendido acerca de amamantar a un bebé con síndrome de Down
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No te rindas. Amamantar no se trata sólo de llenar la barriguita de tu bebé con leche, sino de entibiar su alma. La mayor parte de los bebés con síndrome de Down tienen bajo tono muscular que puede interferir con su habilidad para amamantarse. Pero eso no significa que no puedan beneficiarse del lazo emocional de sentir el calor de mamá y motivarse a hacer lo que mejor puedan al oler y reconocer la leche de su madre.
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Amamantar no se debe abordar con la actitud de “todo o nada”. Muchas veces los médicos y enfermeras están en contra de darle al bebé un biberón porque alegan que dándole la opción fácil, el niño perderá su interés en el pecho materno. La verdad es que esta puede ser una posición extrema para muchos padres y lo que mamá no necesita es más presión si a su bebé le cuesta chupar. La conexión emocional con tu bebé al darle el pecho es algo que jamás conseguirás con un biberón, eso es verdad. Pero tómatelo con calma y haz lo que sientas que es mejor para ti en ese momento, incluso si eso implica mezclar leche de fórmula con leche materna. No hay por qué ser drástica y elegir todo o nada.
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No te sientas culpable si tu bebé no acepta el pecho. No a todos los bebés les gusta el pecho y no todos lo rechazarán porque tienen síndrome de Down. Mi hijo nació con complicaciones médicas y muy bajo tono muscular y, a pesar de ello, lo hizo lo mejor que pudo hasta que consiguió hacerlo muy muy bien y se mantuvo amamantándose ¡¡hasta los dos años!! Mi hija, en cambio, nació saludable, con excelente capacidad pulmonar y un tono muscular muy bueno… pero nunca quiso mi leche. Para cuando cumplió 6 meses, me rendí y me pasé al biberón. Bebía su fórmula como una campeona y eso fue una solución perfecta. Haberla destetado antes no impidió que creásemos una conexión muy íntima y disfrutáramos de momentos especiales entre mamá y bebé.
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No creas todo lo que dicen los médicos. Uno de mis mejores consejos es éste, no te creas todo lo que dicen los expertos sólo porque tienen un título. Conocen las teorías y estadísticas pero no pueden calcular la fuerza y determinación detrás del amor. Cuando mi hijo nació, me dijeron en varias oportunidades que el bebé no estaba preparado físicamente para tomar pecho y me aconsejaron que no me pusiera triste por no poder amamantarlo. Yo creía que había una posibilidad y no quería negarnos la oportunidad de crear esta maravillosa conexión porque el chiquitín tuviera una discapacidad. Como insistí, lo sacaron de la máquina de oxígeno y me lo trajeron. Mi pequeño bebé empezó a succionar inmediatamente su dosis de amor líquido directamente del pecho de mami, y empezó a respirar por sí solo. Esta fue la primera lección que me enseñó mi hijo: nunca creer en lo que alguien dice solo por sus referencias académicas. Aprendí que mi hijo es único y es él, y nadie más, quien pone límites a lo que puede conseguir.
Criar niños con necesidades especiales nos hace más fuertes en muchos sentidos. Nos enseña a creer en las habilidades de nuestros hijos por sobre sus discapacidades, y también a creer en nosotros y en el poder de nuestro amor por ellos. Es fantástico ir viendo cómo se superan las expectativas y se vencen los prejuicios. Lo que nunca debemos hacer, por otro lado, es poner una presión innecesaria sobre nuestros hombros para demostrar lo que nuestros pequeños pueden, o no, hacer. La magia empieza cuando aceptamos y celebramos las maneras vivir y amar a nuestros hijos con necesidades especiales mientras los acompañamos en su crecimiento.