Cuando nace tu bebé, toda tu atención se centra en ese pequeño ser que te necesita tanto. Especialmente en los primeros meses pareciera que no hay tiempo para otra cosa que no sea alimentar, cambiar, acunar, jugar con el pequeñito… y caer muerta de cansancio en la cama cuando tienes la oportunidad. Y si tienes un bebé de cuatro patas, es decir, un perro o un gato que solía ser la estrella de la casa… hay muchas probabilidades de que tu mascota tenga heridos sus sentimientos. La buena noticia es que puedes ser una buena mamá para tu nuevo bebé sin olvidarte de tu viejo y peludo amiguito.
Mucho antes de convertirme en madre, yo ya era una devota amante de los animales. Una de las cosas me sacaba de quicio era cuando escuchaba decir a una mujer: “Después de tener a mi bebé, mi perro es “solo un perro”. ¿Cómo podían decir ESO?
No me podía imaginar amando menos a mi perra por haber tenido un bebé. ¿Y sabes qué? Ahora que soy madre, amo a mi perra Daisy igual que antes. De todos modos, confieso que me es difícil encontrar un ratito para mimar a Daisy como solía hacerlo antes de que llegara mi hija Naomi. Pero lo intento, y espero que mi perrita sepa que la amamos.
Lee también: ¿Qué hay en el bolso de mamá?
Daisy, mi esposo Paolo y yo vivimos un tiempo en un pequeño apartamento de un dormitorio mientras renovábamos nuestra casa antes de que llegara la bebé. Paolo y Daisy compartían el sofá, uno ya muy viejo y usado que no teníamos ninguna intención de llevar a la nueva casa. Si yo quería un lugar en aquel sofá tenía que pedirles a los dos, a mi esposo y a la perra, que me hicieran un lugarcito, lo cual hacían… pero a regañadientes.
Nos mudamos a nuestro nuevo hogar dos días antes de que naciera nuestra hija. Todo su mundo cambió, y no de de forma positiva para ella. La primera de las nuevas reglas: no se admiten perros en el nuevo sofá. Ella nos miraba fijamente, sin parpadear y gemía poniendo carita de lástima. Pero un cruce de Doberman y Galgo en un sofá nuevo no es una buena idea.
Y también estaba el asunto de la bebé. Naomi tenía toda mi atención. Adiós a los largos paseos con Daisy y a las divertidas sesiones de juegos en el suelo del living. La hacíamos callar si ladraba cuando Naomi estaba durmiendo. Permitimos que olfateara a la niña para que se sintiera familiarizada con ella, pero Daisy no quería saber nada de su competidora. Naomi había chafado la vida de Daisy y ahora Daisy estaba ofendida.
Lee también: Cómo balancear tu trabajo con cuidar de los niños
Sin embargo, lentamente, todos nos ajustamos a la vida con la niña y la perra. Cuando Naomi comenzó a caminar y a comer alimentos sólidos, a Daisy pareció caerle un poco mejor. Enseñamos a nuestra pequeñita a acariciar a Daisy correctamente, en vez de que la abofeteara o le metiera un dedo en el ojo o en la nariz, que era lo primero que la niña atinaba a hacer. Si Daisy se harta de la niña, simplemente se levanta y se va. Además le ha encontrado un lado positivo: sabe que cuando es la hora de comer de Naomi, es muy probable que algo sabroso se caiga al suelo o que le demos las sobras. ¡Bueno, es una perra, no tiene remilgos a la hora de comer lo sea!
Cuando hace buen tiempo, llevo a Naomi a pasear en su carrito y Daisy viene con nosotras, feliz de la vida. Cada tarde, Paolo y yo tratamos de dedicarle a la perrita Daisy, al menos, cinco minutos de atención especial. Naomi ya se nos une en este rito familiar. De hecho, Daisy es la única en la casa que tiene el privilegio de ser besada por la bebé.
A pesar de todo, no puedo negar que Daisy ha perdido su condición de hija única en la casa. Pero se ha ajustado a su nuevo rol y parece saber que la seguimos queriendo, incluso cuando ya no pasamos tanto tiempo con ella como antes. Y… de vez en cuando, hacemos una excepción y la dejamos unirse a nosotros tres en el nuevo sofá.