Celebrando el Día Nacional de los Hermanos-MainPhoto

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HERMANOS Y HERMANAS
Todas tenemos diferentes relaciones con nuestros hermanos—algunos cercanos, algunos difíciles, y otros que no existen. Nacimos en la misma familia, compartiendo lazos de sangre y la infancia, pero eso no es una garantía para amarnos unos a otros, o si quiera llevarnos bien. Como dice el refrán, no elegimos a nuestras familias, sólo a nuestros amigos. Tengo suerte, porque por más difíciles que sean nuestras relaciones en ocasiones, todavía amo mis hermanos y haría cualquier cosa por ellos.

Tengo dos hermanas y un hermano. Dos de ellos son lo que llamarían medios hermanos, un término que realmente detesto. Es como decir que casi somos familia, pero no del todo. Para mí, son 100%  mis hermanos y mi familia. Todavía recuerdo el día que mi hermano menor (a los 9 años) vino a mí llorando, yo tenía 19. Él estaba siendo molestado en la escuela, y sus compañeros se burlaban de él coreando¡: “Tienes hermanastras!” Esto fue en España hace casi dos décadas, cuando el divorcio y las segundas nupcias eran todavía algo nuevo y no eran socialmente aceptadas. Esa referencia a las hermanastras, basados tal vez en la historia de Cenicienta, fue una oportunidad para explicar a mi hermano qué es la familia. Le dije que era de hecho, mi hermano, no mi hermanastro, porque compartimos el mismo padre. A pesar de que nosotros tengamos diferentes madres, éramos familia y yo estaba orgulloso de eso y de él.

A lo largo de mi vida, han habido momentos en los que mis hermanos me han ayudado de una manera que nadie más podía haberlo hecho. Mi hermano me rescató de un desmayo cuando tenía 23 años y me llevó al hospital. En ese momento, él tenía tan solo 13 años de edad. Mi hermana más joven siempre me ha dado todo su apoyo y nunca me ha juzgado. Ella lloró a los 9 años cuando me vio  beber, y me rogó que parara. No sé cuánto la marcó o  cuánto la lastimó, y siempre me sentiré avergonzada y en deuda con ella. ¡Y además, ella me ha dado una maravillosa sobrina para amar!

Mi hermana mayor y yo tenemos un vínculo estrecho. Crecimos necesitando una a la otra, compartido momentos muy difíciles. Hemos mantenido nuestros secretos, nos hemos cuidado entre sí en la oscuridad, y hemos soportado nuestras locuras. Como adultas, todavía alternamos el papel de madre entre nosotras. Las peleas ocurren, por supuesto, pero me duelen demasiado como para estar enojada por mucho tiempo, y no pasa un día en el que no estemos en contacto de alguna manera.

Amo a mis hermanos, que parecen haber heredado el mismo carácter e instinto de lucha que tengo, y me comprometo a hacerles saber y mostrarles aprecio más a menudo. Duele si los lastiman, ¡y les doy las gracias por estar ahí para mí siempre! Si bien es cierto que las relaciones entre hermanos puede ser un reto, no hay realmente nada como ellos en la tierra, ¡y me siento honrada de celebrar en el Día Nacional de los hermanos!