Si eres como yo, seguramente estás esperando el cambio de horario con anticipación. No puedo esperar a deshacerme de este clima invernal y tener una hora más de luz por las tardes, además de temperaturas más amigables, que es lo que acompaña al horario de verano. Pero sé también que para muchos padres, este pequeño cambio de hora echa por tierra la rutina de sueño de sus pequeños.
No parece que pueda afectar tanto, ¿verdad? Perder una hora de sueño no es ninguna amenaza aparente, sin embargo, muchos estudios demuestran que los adultos son menos eficientes y más proclives a tener accidentes el lunes después del cambio horario porque están menos alerta.
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Un estudio de la Universidad de Alabama ha descubierto que, entre el lunes y el martes posteriores al cambio horario, aumenta un 10% el riesgo de ataque cardiaco. La vuelta al horario normal, en otoño, tiene el efecto contrario, disminuye el riesgo de ataque al corazón.
NUESTRO RELOJ INTERNO
Los investigadores han descubierto que hay determinados factores que explican este detrimento en nuestra salud debido al cambio horario de verano y que implican riesgos cardíacos, debilitamiento del sistema inmune y falta de sueño. La falta de sueño, que ya de por sí es un mal que nos aqueja a casi todos, se agrava por esta hora extra de luz que le añadimos al horario de verano. Nuestro sistema inmune altera nuestro ritmo interno y, por ende, nuestro sistema inmune.
El reloj circadiano o biológico regula nuestros patrones de sueño junto con la homeostasis de nuestro cuerpo, que regula los procesos del cuerpo para que haya un equilibrio adecuado entre sueño y vigilia. El reloj circadiano controla cuándo tenemos sueño y cuándo estamos alerta. Todo esto es controlado, en definitiva, por un grupo de células que tenemos en el cerebro y que reaccionan a la luz y la oscuridad.
Por la mañana, la luz del sol le dice al cerebro que eleve la temperatura del cuerpo y produzca cortisol. Por las tardes es la melatonina la que se incrementa para que tengamos sueño. Cuando cambiamos la hora o viajamos a lugares con diferentes husos horarios, forzamos al cuerpo a adaptarse y romper su ciclo circadiano natural. Afortunadamente nuestro reloj biológico se adapta rápidamente al nuevo horario y podemos facilitarle el cambio con unos simples pasos.
UN CAMBIO GRADUAL
La mayoría de nosotros ajusta la hora del reloj el domingo y sigue con su rutina normal. Hay que lidiar con los niños que, durante más o menos una semana, están gruñones y somnolientos… y nosotros, los adultos, ¡no nos sentimos mucho mejor! Para minimizar este malestar, asegúrate de que tu familia haya descansado bien por las noches antes del cambio de horario.
Para ello, comienza a acostar a los niños 15 minutos antes de lo usual a partir del jueves anterior al cambio de horario, todos los días 15 minutos antes que el día anterior, y el sábado ya se habrán sumado 45 minutos de adelanto, así que, el domingo, al cambiar la hora, el reloj interno de los pequeños no sufrirá el cambio.
Esta estrategia sólo dará resultado si lo haces bien, te aseguras de que la habitación de los niños esté oscura, y no les dejas dormir de más por la mañana. Tampoco intentes cansarlos para que tengan sueño antes, eso solo les excitará más.
El domingo por la mañana asegúrate de que tu familia reciba la luz del sol lo antes posible. Esto sumado a un buen desayuno y actividades al aire libre hará que los relojes biológicos de todos estén más felices y se adapten perfectamente al cambio de hora.