Saltar charcos. A calzarse las botas de agua (aunque las zapatillas de deporte mojadas nunca han matado a nadie y sirven para un apuro) y buscar unos buenos charcos para saltar sobre ellos. Es un ejercicio estupendo y divertidísimo. Tus hijos decidirán oficialmente que eres la madre más divertida del mundo. Esta actividad también resulta terapéutica si tu hijo (¡o tú!) está de mal humor. Es el equivalente a desahogarse golpeando un almohadón.