Es difícil imaginar la belleza de un país como Haití a menos que se viaje hasta allí. Incluso después del terremoto que devastó el lugar en 2010, este rincón del mundo conserva su carisma intacto. Tuve la suerte de pasar dos semanas con mi familia allí en 2012 y planeo volver este verano. Me gustó mucho una experiencia reciente: fui a hacerme un procedimiento médico simple que requería una pequeña intervención. Entonces, la anestesista me pidió que pensara en el lugar más bello que pudiera imaginar. Dije: “Eso sería Haití”. La escuché decir: “¿De verdad?” sin darme mucho crédito… y entonces me dormí y soñé con Haití.
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No fui allí a ayudar en alguna misión caritativa. Resulta que la mamá de mi prometido es haitiana, y su esposo neozelandés es un haitiano de corazón. Y yo misma, después de haber visitado lugares como Port-Au-Prince, Petionville, Furcy, Cayes-Jacmel y Port Salut me di cuenta de que había dejado jirones de mi corazón allí también.
Antes de viajar, me habían advertido sobre los peligros del agua, los mosquitos, la posibilidad de contraer malaria, cólera, la carencia de comodidades en muchos lugares, la suciedad, la pobreza… pero también me habían contado de las playas hermosísimas, las vistas sobrecogedoras en las montañas, las artesanías, la comida sabrosa y la resiliencia del pueblo haitiano. Y eso es lo que vi cuando fui.
Me di cuenta de que hay más mosquitos en mi patio trasero de Florida que en Haití, y la temperatura es más agradable en la isla que en Miami. Los huevos saben a huevo, los pollos no tienen hormonas y si no has probado el “lambi”, un plato creole, ¡debieras hacerlo!
Viajar en coche por Haití es más arriesgado y emocionante que la montaña rusa de Disney World, y necesitas tomar precauciones cuando vas, lo mismo que harías si tu destino fuera cualquier otro país subdesarrollado. Pero, si eres capaz de abstraerte de la necesidad de comodidades que tenemos en Estados Unidos, vas a encontrar un país y su gente que son todo alma y corazón.
Estaba muy feliz de que el francés que estudié en el secundario me sirviera para entender un poco de creole. Mucha gente habla inglés, así que no es un gran problema si no hablas creole. Me encantó ver a mi hija de 8 años jugando con una pequeña niña haitiana que no hablaba inglés. No hay barreras lingüísticas para los niños, es cierto. Mi pequeña usaba un traductor de mi Iphone y así se comunicaba con su amiga nativa, se enseñaban palabras en su lengua nativa mutuamente.
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Además de la belleza del paisaje y la cordialidad de la gente, no puede obviarse la tristeza de ver la cantidad de familias que viven en condiciones de extrema pobreza en barrios miserables. Muchos de ellos nunca pudieron recuperarse de los daños devastadores del terremoto. Donde quiera que íbamos, había niños que venían a nosotros y, en perfecto inglés, nos preguntaban si podríamos ayudarles económicamente con su educación. Les di dinero a unos cuantos antes de que mis amigos y familiares haitianos me avisaran de que si seguía haciéndolo, pronto me quedaría sin dinero en absoluto.
Aún así, quedé impresionada por lo que pueden hacer con nada. Son capaces de convertir la basura, literalmente hablando, en joyería o cualquier otra forma de arte. me encanta la pieza de hierro que trajimos a Estados Unidos y adorna la puerta de nuestra casa en Florida. Tenemos todo tipo de piezas artísticas haitianas, joyería, monederos y bolsos hechos a mano, estuches para gafas y el jarrón de papel maché que puedes ver en la foto.
Es un jarrón haitiano de papel maché jaspeado hecho en Jacmel que forma parte de una colección en venta con el Full Circle Exchange. Parte de las ganancias van a manos de los artesanos, que han firmado cada uno de los jarrones. Cuando los miro, cada uno único en su clase, hechos a mano, me transporto al Hotel Florita en Jacmel, y veo los ojos profundamente marrones de la niña en la fotografía, la amiga de mi hija. Recuerdo el Hotel Oloffson en Port-Au-Prince, que Graham Greene describió en su novela The Comedians como el Hotel Trianon … y las tardes que pasé escribiendo sentada en el porche de mis suegros en Petionville, bebiendo la cerveza local, Prestige, bien fría. recuerdo todo eso y sueño con volver a hacerlo este verano. And, I dream of doing it all over again this coming summer.
Everywhere Society y Everywhere me regalaron la pieza de arte de Macy’s Heart of Haiti collection. sin embargo, los pensamientos e ideas reflejados en este artículo son de mi propia autoría.
[Lorraine C. Ladish es Editor Jefe de Mamiverse. Puedes seguirla en @lorrainecladish y @mamiverse]