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Celebrando mis 20 años de sobriedad en el Mes de la prevención del alcoholismo
A menudo se me olvida que una vez tuve problemas con la bebida. A medida que me acerco a mi vigésimo año de sobriedad, a veces el hecho de que alguien me pregunte si añoro tomar una copa me pilla desprevenida. De repente, los recuerdos de lo que me parece un mal sueño inundan mi mente. Con el alcohol me automedicaba para vencer mis miedos, calmar mi tristeza y sentirme menos sola. Así que supongo que la respuesta sincera a esa pregunta es que sí, a veces me gustaría poder beber para olvidar mis problemas. Y sin embargo, a medida que pasan mis días, el alcohol ya no me parece la respuesta para enfrentar los retos de la vida. Ya no asocio el alcohol con la huida, sino con pérdida, dolor autoinfligido y tristeza. Y no solo para mí, sino para quienes me quieren y se preocupan por mí.

A los 16 años, ya era alcohólica, aunque me llevó tiempo darme cuenta de que eso suponía un problema. Procedo de un país donde se considera aceptable beber a casi cualquier edad, y es fácil conseguir un trago. Cuando tenía 22 años, después de sufrir lo que parecía un ataque de epilepsia, un médico me dijo que mi hígado estaba seriamente dañado y que podía ser irreversible. Me desmayaba con regularidad y al día siguiente no recordaba nada de lo sucedido la noche anterior.

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Para quienes nunca lo han experimentado, puede ser difícil de entender que el alcoholismo es un trabajo a tiempo completo, pero sin salario. Y no es un trabajo fácil de abandonar. Se aferra a ti, apoderándose de tus pensamientos, tus emociones y tu cuerpo. Dejarlo no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad. Es mucho más complejo que eso.

EL MOMENTO DE LA VERDAD
Durante años traté de dejar de beber una y otra vez, inútilmente. A los 28 años toqué fondo cuando mi novio me dejó después de un viaje a Londres durante el cual estuve bebida todo el tiempo. Además, había sobrevivido a un intento de suicidio.

Eso me hizo abandonar el alcohol radicalmente. Comencé a acudir a un grupo de apoyo basado en el sistema de los 12 pasos y asistí a 90 reuniones en 90 días. Para alguien que no bebe, esto puede sonar muy positivo. Pero en aquel momento, para mí la recuperación estaba plagada de dolor y malestar. En el momento en que dejé de beber alcohol me asaltaron migrañas, dolores de cabeza y pesadillas. Y tuve que hacer frente a la vida sin la muleta a la que estaba tan acostumbrada, pero con la ayuda de un grupo de apoyo formado por otras personas que se estaban recuperando, así como de mi familia, mis amigos y mi propio deseo de sobrevivir… 20 años después, sigo sobria.

Así que para celebrar el Mes de la prevención del alcoholismo, que coincide con mis 20 años de sobriedad, quiero compartir algunos consejos sobre cómo ayudar a los alcohólicos que hay en sus vidas.

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CÓMO AYUDAR A UN ALCOHÓLICO
Si realmente quieres ayudar a un alcohólico, necesitas confrontarle, hacerle sentir incómodo, echarle de casa si es necesario. Aunque suene cruel, debes saber que quizá así puedas salvarle la vida. Y también la tuya. Porque los alcohólicos activos no solo arruinamos nuestra existencia, sino que afectamos a quienes nos rodean. Atrapados en las garras del alcohol seguimos inexorablemente destruyendo todo a nuestro paso a menos que toquemos fondo y, a menudo, necesitamos tu ayuda para que nos ayudes a ver lo que no somos capaces de admitir. Mentimos, engañamos, robamos… lo que sea necesario para alimentar nuestra adicción. Así que necesitas demostrarnos la firmeza de tu amor e intervenir, sin importar lo mucho que nos duela.

Afortunadamente, hoy en día es más fácil prestar ayuda que hace 20 años, y el estigma social no es tan terrible como antes. No siento que soy inferior a alguien que no es alcohólico. De hecho, haberme recuperado de una adicción hace que a menudo mire atrás y sienta que si pude superar aquello, puedo conseguir cualquier cosa.

Alcohólicos Anónimos es, hasta ahora, la fuente de apoyo más asequible y accesible. Si nunca has estado en una reunión y necesitas acudir por ti misma o por un ser querido, simplemente ve. Las reuniones de AA no son festines de autocompasión. Las reuniones pueden ayudar a los alcohólicos a recobrar la confianza en otras personas, en ellos mismos y en su nueva experiencia de vida. Harán que te sientas parte de un grupo de personas con las que te puedes identificar. Todos tenemos el objetivo común de desear mantenernos sobrios, y eso nos une. Resulta razonable pensar que alguien que ha pasado por un infierno similar pueda entenderte bien. Y es motivador ver a otras personas que logran abandonar su adicción. Si ellos pueden, pensaba yo entonces, yo también podré. Y también podrás tú o esa persona a quien quieres.

Los alcohólicos deben darse cuenta, como hice yo, de que es posible vivir sin la muleta que supone tomar unos cuantos tragos, o incluso botellas enteras, cada día. 20 años más tarde, puedo dar testimonio de la dulzura de una vida sin adicción. Y con motivo del Mes de la prevención del alcoholismo, invito a otros a compartirlo conmigo.

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