Pan de muerto para vivos y muertos-SliderPhoto

Pan de Muerto, para vivos y muertos
No fue sino hasta hace poco que logré hacer las paces con el Día de los Muertos.

Sí, confieso que me asustaba. Crecí encapsulada en una creencia tradicional alrededor de lo que es la muerte: respeta a los muertos y déjalos en paz. Y cuanto menos se hablara del tema, mejor. Todo alrededor de una burbuja de misterio y miedo, por así decir. Sin embargo, las historias de fantasmas, espíritus, vampiros, zombies, lugares embrujados, y la eterna batalla entre el bien y el mal, siempre me fascinó. Es que como cualquier niño, siempre me las creía todas. Sin embargo, había veces, que el precio a pagar era demasiado alto—ya fuera que me quedara despierta sin poder dormir escondida bajo las sábanas, sudando y esperando que saliera el sol.

Así que imagínate el sentimiento con la llegada del Día de los Muertos.

En algunas ciudades de Latinoamérica como Buenos Aires, celebrar el Día de los Muertos era sinónimo de un día en silencio, observación, incluyendo llevarles flores a los difuntos al cementerio. Y, casualmente, el Día de los Muertos generalmente era ventoso, lluvioso y oscuro.

Pasaron años hasta que el Día de los Muertos pasó a ser de oscuro a soleado. Recuerdo que durante mis estudios culinarios, solía participar de eventos en The James Beard Foundation en Nueva York. Uno de ellos fue durante un Día de los Muertos cuando un chef muy famoso preparó una cena para honrar los difuntos y la tradición detrás de esa fecha. Esa noche, luego de una cena increíble llena de colores, risa, y calaveritas, me di cuenta que esa era la manera de celebrar y recordar a los difuntos: con comida, bebida (para los vivos y muertos), colores, dulces, y muchas flores.

Fue entonces que me di cuenta también que podía elegir: vivir con miedo a los muertos, el más allá, y lo desconocido, o bien como dicen los budistas “abrazar el momento, la ocasión o el sentimiento”, ya que la vida es un paso temporal por esta tierra, y la sabiduría está en vivir apreciando cada momento, celebrando tanto los que nos quedamos o aún estamos aquí, como los que han “regresado a casa”.

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Así que, vivo o muerto, religioso no, al final del día no hace ninguna diferencia si es que existe o no una vida más allá de la vida, ya que sólo una cosa es segura: todos compartimos la dulzura de vivir, y de allí la compartimos con los que se han ido en forma de dulces, panes y lo que haya sido el dulce favorito de la persona que se fue.

Entonces, y a manera de contemplación… ¿qué pasaría si eligiéramos celebrar la vida de manera completa y casi sagrada, con todo lo que la vida tiene para ofrecernos, aquí y más allá, juntos, los vivos y los muertos? Después de todo, cenar, beber y celebrar su paso por la tierra, no fue tan escalofriante como me creía.

¡Feliz Día de los Muertos!

PAN DE MUERTO

Ingredientes

Rinde 1 pan

  • 1/4 taza mantequilla sin sal
  • 1/4 taza leche entera orgánica
  • 1/4 taza agua tibia (no más caliente de 110ºF)
  • 3 tazas de harina común, sin blanquear
  • 1 1/4 cdta. de levadura de cerveza seca activa
  • 1/3 cdta. sal marina o Kosher
  • 2 cdtas. semillas de anís
  • 1/4 taza azúcar blanca
  • 2 huevos, ligeramente batidos
  • 2 cdtas. cáscara de naranja rallada (orgánica)

Para el glaseado

  • 1/4 taza azúcar blanca
  • 1/4 taza jugo fresco de naranja (3 cdas. agua de naranjas)
  • 1 cda. cáscara rallada de naranja
  • 2 cdas. azúcar blanca

Opcional: en lugar del glaseado puedes batir dos huevos para pasar por el pan antes de hornear—esto le dará color y hasta más textura. Usa una brocha para pastelería (o como hacían en casa, un bola de algodón).

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Instrucciones

  • Precalienta el horno a 350º F.
  • En una olla mediana, calienta la leche con la mantequilla hasta que ésta se derrita. Saca del fuego y agrega agua caliente.
  • En un bol grande, combine los ingredientes secos: harina, levadura, sal, semillas de anís, y el azúcar.
  • Agrega de a poco la mezcla de leche caliente, agrega los huevos y la cáscara de naranjas, y bate hasta que esté bien combinado. Agrega 1/2 taza de harina y continúa agregando en forma de lluvia hasta que la masa esté blanda, sin trabajarla mucho.
  • Coloca la masa sobre una superficie limpia con harina y comienza a amasar hasta que la sientas elástica y suave.
  • Colócala en un bol ligeramente cubierto con aceite, cubre con plástico y déjala que aumente de tamaño en un lugar cálido sin brisa—entre 1-2 horas o hasta que haya aumentado el doble de tamaño.
  • Sácala y dale un par de puñetazos cariñosos para rebajarla, y forma un pan redondo.
  • Colócalo en una bandeja para hornear cubierto con plástico y deja otra vez que aumente de tamaño—por 1 hora o hasta que aumente el doble.
  • Sácalo, pásale el huevo si lo usaras, coloca en el horno, y hornea por unos 35-45 minutos o hasta que al insertar un cuchillito salga limpio.
  • Saca del horno, deja descansar y enfriar ligeramente, pásale el glaseado (si es que optas usar glaseado).

Para hacer el glaseado: en una ollita, combina 1/4 taza de azúcar, jugo fresco de una naranja, la cáscara rallada de la naranja (o agua de azahar). Deja que levante hervor sobre fuego medio, deja hervir por un par de minutos. Saca del fuego y aprovechando que está caliente, cubre el pan con éste con la ayuda de un broche de pastelería. Para terminar, espolvorea el pan con azúcar blanca.